En el siglo pasado, en las fértiles tierras a orillas del majestuoso Río Paraná, florecía una peculiar comunidad conocida como los «mensú» (derivado del término español «mensualeros»). Estos hombres provenían tanto de Paraguay, específicamente de Encarnación, como de Argentina, y se dedicaban con ahínco a la pesca y al cultivo de la yerba mate.
Sin embargo, su labor estaba marcada por una dura realidad: los empresarios adinerados que controlaban la industria de la yerba mate apenas les proporcionaban un modesto salario mensual, insuficiente para sostener dignamente a sus familias. Enfrentados a esta difícil situación, los mensú se vieron obligados a buscar soluciones creativas para paliar la escasez y el hambre que acechaban a sus hogares.
En medio de este panorama desafiante, los mensú se percataron de que la harina, un producto económico y de fácil acceso, podría convertirse en su salvavidas. Con astucia, comenzaron a llevar consigo harina y un poco de grasa de cerdo o vaca en sus jornadas laborales. Al regresar a sus hogares, mezclaban la harina con la grasa en una olla, creando así una especie de masa que les servía como alimento reconfortante y sustancioso.
Este improvisado plato, conocido como «reviro», se acompañaba tradicionalmente con el estimulante mate, la bebida emblemática de la región. Para los más pequeños de la comunidad, se preparaba una versión menos concentrada del mate el mate cocido, ofreciéndoles así un brebaje suave y reconfortante.
Lo que comenzó como una estrategia de supervivencia ante la escasez se transformó con el tiempo en una arraigada tradición culinaria, trascendiendo generaciones y fronteras. Los mensú, con su ingenio y tesón, no solo lograron enfrentar la adversidad, sino que también legaron a sus descendientes un legado culinario invaluable. Hoy en día, el «reviro» sigue siendo apreciado como uno de los platos favoritos tanto en Paraguay como en Argentina, recordando siempre el ingenio y la resiliencia de aquellos hombres que lo crearon en tiempos difíciles.